viernes, 3 de julio de 2009

Poesía en las agendas

Recomendaciones para hacer una poesía:
Te propongo que recuperes un momento importante de tu vida, por ejemplo, tu infancia. Describe con máxima exactitud lo que ves y vives en el recuerdo.
Ejemplo, texto de una alumna:
“No debía tener más de cinco años. Hasta entonces no me habían comprado ninguna muñeca. Tampoco la había pedido, según dice mi madre. Fue el día de Reyes. Tengo el recuerdo de un día soleado, con claridad invadiendo mi habitación. Mis padres estaban a mi lado mientras que, con poca maña, intentaba rasgar el papel de color lila de una caja estrecha y larga. Cuando la vi-después se llamaría Nana-no podía hablar, tenía como un tapón en la garganta. Necesitaba gritar pero no podía. Veo ahora la mano de mi madre antes de acariciarme la mejilla, una mano soleada, más blanca todavía en contraste con el color rosa subido de la muñeca. Me dijo: “mira, aquí tienes tu primera muñeca”. También la cara de mi padre: sus ojos grandes y negros y su sonrisa amplia y luminosa. No recuerdo que mi padre dijera nada: me miraba con aquellos ojos felices y tristes a la vez”

1. Señala las partes del texto que adquieran más relevancia en tu recuerdo, las palabras, sintagmas y oraciones más significativas emocionalmente.

2. Apunta, de modo mucho más breve, como si fueran pinceladas, emociones asociadas a algunos de los elementos subrayados como en el ejemplo:
“Cinco años. Me veo rosa y también tengo luz.
Invadiendo mi habitación como si fuera su casa.
Se llamaba Nana. Me la destrozó enseguida una vecina.
Las manos de mi madre eran mágicas para mí.
Los ojos tristes de mi padre. Años después le pasaron cosas tristes”.

3. Ahora está a punto de ser un poema, no una historia, por tanto no tienes que aclarársela a nadie. Solamente tú sabes de qué estás hablando; los demás lo descubrirán a su manera. Empieza, sigue y termina por donde quieras.
“La mano soleada de la madre,
los ojos encendidos de mi padre,
la cama, mi mesilla, todo es luz en mi habitación.
Día de Reyes, para siempre, n mi pequeña historia.
La muñeca se llamaba precisamente Nana,
me la destrozó una vecina poco después.
Pero ahora la mano de la madre es aún más blanca
y la sonrisa triste del padre habla del futuro”.

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